Los profesores hablan de un “prejuicio cultural” que condiciona la elección de las carreras. Es la asignatura en la que se registra mayor índice de aplazos
Matemática, Física, Química. Como una suerte de muralla china, estas asignaturas se interponen entre las ganas de miles de alumnos por seguir determinadas carreras y la decisión final a la hora de anotarse en la Universidad. Lo dicen los entendidos. Lo confirman las estadísticas de inscripción a las distintas facultades y los índices de fracaso en los exámenes nivelatorios de los cursos de ingreso. Lo cuenta Agustín Beltramo (20), actual estudiante de Periodismo. Desde pequeño sintió algo parecido a la pasión por las computadoras, a las que hoy arma y desarma y utiliza con una facilidad asombrosa. ¿Por qué no cursa en la unidad académica de 50 y 120? “Con sólo mirar los programas de estudio pude ver que tendría matemáticas siempre, algo totalmente normal para el tipo de carreras (que allí se dictan), pero que choca con la formación previa que traigo del colegio. Estoy muy por debajo de ese nivel, y pareciera que incluso con muchísima dedicación rasparía el aprobado”, explicó. La limitación que sintió primó sobre el deseo. Una historia entre muchas; muchas más de las que se cree. Los expertos tienen la palabra.
“En todas las épocas existió esta idea de que son materias para bochos. Es un prejuicio cultural e histórico, que no ha cambiado”, afirma el doctor en Física Félix Requejo, investigador principal del Conicet, profesor del departamento de Física de la facultad de Ciencias Exactas y director interino del Instituto de Investigaciones Físico químicas Teóricas y Aplicadas (Inifta). Se apoya en los números: “Por caso, la cantidad de inscriptos en Ciencias Exactas se mantiene desde hace largos años en los mismos niveles; nunca hubo una variación significativa en ningún sentido”.
Por la mirilla de alguna puerta nota que entra una luz de esperanza. “Hoy, si bien la situación no es la ideal, ha mejorado mucho”, resalta y se explica. “Hay una política científica definida, inversión en ciencia y educación, y una demanda real en áreas de las ciencias exactas, lo cual debería repercutir en una mayor cantidad de estudiantes”, opina. No obstante, no es así. “Es que los procesos de cambio, sobre todo en materia educativa, tardan al menos una década hasta que dan los primeros resultados”, indica.
COLETAZOS
Mientras esos resultados no aparezcan en el horizonte, lo cierto es que “en la Universidad percibimos que los alumnos llegan cada vez menos preparados”. ¿Las causas? Requejo se excusa de no ser especialista en educación secundaria, pero cree que “estamos sufriendo los coletazos de épocas anteriores; aquí se destruyeron las escuelas técnicas”, ejemplifica, haciendo referencia a que los ingresantes de hoy son los jóvenes que se formaron con el sistema de EGB-Polimodal. Y aporta un dato a tener en cuenta. “Más allá de que algunos vengan bien preparados (en las “materias exactas”), no escriben bien, no pueden expresar las ideas con claridad, y quien no sabe expresarse, no sabe pensar”, dispara y acota que “antes de aprender conceptos de Matemática y Física hay que saber expresarse. Existe un paso previo a interpretar un teorema, y esto escapa a lo que podemos hacer en la Universidad”.
Aunque Requejo no sea experto en enseñanza media, el profesor de Matemática Diego Cecys, docente en varias escuelas secundarias de la Región, le da la razón. “En mis clases noto que cuando se les plantea la ejercitación, los alumnos no leen las consignas, o, en el mejor de los casos, su lectura es titubeante, generando la no interpretación. Y lo primero que preguntan es “qué hay que hacer”. O sea que a la falta de lectura se le suma la poca autonomía que está dejando en ellos la escuela secundaria, y esto pasa hasta en 6° año”, describe.
Quizás por ello, y tras definir que “los prejuicios (o temores) se tienen cuando hay mala educación”, Requejo opina que “no sólo se trata de aumentar la demanda (cantidad de alumnos que sigan carreras de ciencias duras), sino de mejorar la educación y desde la escuela primaria. Se deben formar estudiantes con espíritu crítico, pero como en épocas anteriores hubo un gran retraso en ciencia y técnica y en educación, se necesitarán muchos esfuerzos coordinados y en el tiempo”, señala.
El profesor del departamento de Matemática de Ciencias Exactas e investigador del Conicet, Jorge Solomin, dice con respecto a la antipatía que generan estas asignaturas que “en parte es una cuestión de prejuicios y en parte no, porque es real que requieren mayor tiempo y concentración”, señala, aunque reconoce que “la tendencia a dictarlas como algo mecánico, con largas cuentas y sin mostrar su aplicación” alimenta la predisposición de los chicos. Y recomienda que “si bien no es sencillo, ya que algunas áreas como el análisis matemático tienen contenidos que no se dan en la secundaria, en los últimos años podrían abordarse algunos conceptos básicos de análisis y estadística que ayudarían a los estudiantes a verlas de otro modo. Por ejemplo, explicándoles cómo se puede medir el rating de un programa de TV sin consultar a todos los espectadores, o porqué el censo es fiable aunque no todas las personas tengan que responder todas las preguntas”, graficó.
RESPUESTAS RAPIDAS
Diego Cecys opina que a los alumnos “las ciencias sociales les resultan más sencillas, a pesar de la poca lectura, porque piensan que pueden aprenderlas de memoria sin necesidad de sentarse a pensar”, sin dedicarle ese tiempo que requieren las ciencias exactas, como también dice el ex director del Normal 2, Emilio González. El docente advierte que “estas ciencias no pueden ser atendidas rápidamente, sino que es necesario que se les dedique concentración, tiempo, atención, todo lo cual se choca contra la inmediatez y la falta de hábitos de lectura que hoy caracteriza a los jóvenes”.
González sigue un camino de asociaciones para llegar a una clara conclusión. “El miedo es una perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario, mientras que matemáticas significa (en latín) conocimiento. Nos quedará entonces, al hacer una asociación libre, que el miedo a las matemáticas lo podemos reconocer como ¡la angustia al conocimiento!”, expresó y agregó que “tan es así que, parafraseando al presidente de la Sociedad Española de Matemáticas, podría decirse que esta materia no solamente genera antipatía, sino que también puede provocar ansiedad”. Algo que se combate “creando un clima áulico tal, que la participación del alumno sea bien recibida (y no causa para ser tildado de “traga” o “nerd”), pero fundamental y simultáneamente, con una metodología motivadora”.
Esas metodologías “sirven para que los chicos se acerquen. De hecho, en los últimos años hubo una popularización de la Matemática a partir de las olimpíadas, que generaron entusiasmo, y de los libros de Paenza”, admite Solomin, pero advierte que “hay que tener cuidado con esas formas de divulgación, pues pueden provocar un daño colateral, como el de generar una imagen puramente lúdica de la Matemática, que, por cierto, no se limita ni mucho menos a problemas de ingenio”, enfatiza.
Cecys apunta que “es necesario volver a la lectura comprensiva y a todo aquello que estimule la imaginación, para que los chicos logren el pensamiento abstracto que esperamos”.
“Internet y la TV, que reemplazaron al libro, no ejercitan el raciocinio. Y eso es una cuestión social, general. Hoy cualquiera puede decir cualquier cosa sin evidencia y la gente compra sin más”, remata Requejo.
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