viernes, 24 de mayo de 2013

La participación de las madres en la política

Por los años treinta y cuarenta, la misión principal de las mujeres era formar una familia para procrear y educar a los hijos y, al mismo tiempo, adivinarles el pensamiento a sus esposos, a fin de tenerlos  complacidos para que pudieran satisfacer con éxito todas las demandas económicas de las familias, que entonces eran numerosas. El cumplimiento de esta misión les exigía a las mujeres pocos estudios formales y el resto lo aprendían del ejemplo de sus madres, abuelas, tías, amigas o vecinas.

Las mujeres de esa época eran buenas madres, como también lo son ahora, pero dedicaban casi todo el día a ser “amas de casa”. Algunas, además de cumplir con estas funciones, ocupaban parte de su tiempo a obras sociales, como la atención de los enfermos, a la ayuda a los pobres o a los niños desamparados.

La Guerra Cristera de 1928 a 1930 contó con el apoyo valiente y decidido de muchas  mujeres, que con ingenio y audacia arriesgaban su vida para defender la fe que profesaban. Pero este doloroso suceso, unido a la percepción de que la política era corrupta, dejó en las mujeres un rechazo al gobierno y a la política en general.

Diversos cambios sociales y familiares fueron modificando el papel de las mujeres. Su ingreso a las universidades  y el desempeño de trabajos remunerados fuera del hogar, algunas aumentaron su vocación familiar y a otras la profesional que fue transformando su vida familiar. Sin embargo, la concepción de la política en México, como algo no digno de personas honestas, no se ha modificado totalmente y en muchas mujeres todavía hay resistencia a confiar plenamente en el gobierno y a participar en la actividad política.

Cuando el Partido Acción Nacional (PAN) aparece en el horizonte mexicano, no fue fácil para las mujeres acudir a su llamado. Además del rechazo a lo político, las detenía el temor a desatender a su  familia y a dejar de ser las “madres y esposas perfectas”. La labor no fue sólo el convencer a los esposos, sino el que las mujeres quisieran participar.

Con la persistencia de Acción Nacional y  la entrega generosa de las primeras panistas, convencidas por el llamado de Manuel Gómez Morín, se despertaron vocaciones políticas en las mujeres y sorprende a la nación la primeras mujeres candidatas postuladas por el PAN;  María Ignacia Mejía por su municipio  en Michoacán y  Rosario Alcalá para gobernar el estado de Aguascalientes. Fue el PAN quien empezó a mover el alma de las mujeres mexicanas para la política, y hoy es ya una realidad  el que  las mujeres que lo desean pueden combinar la maternidad y la vida familiar con la actividad política.

Muchas mujeres ya están convencidas de que la patria también es el hogar de nuestros hijos e hijas y que  todas las madres tenemos que trabajar para que en ella  todos logren su pleno desarrollo. Por esto, hoy las mujeres ya no se cuestionan si la política es una vocación para ellas. Muchas ya la han elegido como vocación y, además, quienes lo desean, la han podido combinar con la maternidad.

Hoy  estas  madres políticas, en su día, y todos los días, habrán de reflexionar que así como han trasmitido a sus hijos los hábitos de orden, responsabilidad, solidaridad con los demás, amor al estudio y al trabajo, les trasmitirán también que la política es la profesión más noble y generosa si se hace con el propósito de servir a los demás. Les enseñarán que la política es  el apostolado más completo porque, como gobierno, se pueden disponer de más recursos y de autoridad para resolver los problemas de quienes más lo necesitan.

Las madres políticas lograrán no sólo mejorar a su país, sino que despertarán en su familia el deseo de ser también políticos, pero no para ejercer cualquier política, sino la política ética, la que busca el bien común y no los privilegios personales o de grupos. La que  debe ejercerse con ética y calidad, legalidad y justicia, y con un compromiso al  cual las madres tendrán que dar siempre cumplimiento: “la política es para servir y no para servirse”.

Además de todo lo anterior, a las madres les toca trabajar, desde el puesto que ocupen, por la igualdad entre mujeres y hombres. Una igualdad que no es competir con ellos, sino el hacer realidad la igualdad esencial como personas,  con la misma dignidad humana, igualdad que una vez reconocida permitirá la repartición equitativa de todas las responsabilidades familiares y sociales. Así como las mujeres han incursionado en las tareas económicas y políticas que les eran exclusivas a los varones, hoy a ellos les falta participar en las tareas del hogar que sólo eran propias de las mujeres. Esta participación no será una lucha de perdedores. De común acuerdo, el reparto puede ser grato y los varones descubrirán satisfacción como la que las mujeres están encontrando en la política.

Queremos mujeres y madres políticas, igual que padres y hombres políticos.  Queremos familias  unidas que formen una gran ciudadanía responsable y solidaria, de las que saldrán los nuevos liderazgos que México necesita.

Por: María Elena Álvarez de Vicencio*

*Doctora en Ciencias Políticas

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